Los autos son cada vez más caros en México, pero no es 100% culpa de las marcas: estos factores hay detrás Mau Juárez
Comprar un auto nuevo en México parece cada vez más un sueño. Mes con mes vemos cómo los precios se ajustan y suben hasta el punto en el que ya no hay autos nuevos por menos de 150,000 pesos. El hecho de que los precios escalen con tanta rapidez no es una decisión de las marcas para ganar dinero de la noche a la mañana. Hay factores que influyen mucho y aquí te contaremos cuáles son.
Para traer claridad al tema, platicamos con Gerardo San Roman, Head of Latin America en JATO Dynamics. Desde su experiencia nos cuenta cómo se desenvuelve el mercado y qué decisiones son las que moldean lo que llega a los pisos de los concesionarios y los cambios en precios.
No todo lo decide la marca: como buen negocio, ellas también dependen de otros
Todos hemos llegado a pensar cómo X o Y auto tiene un precio que hasta pareciera una burla para el consumidor, pero cuando revisamos los precios de otros similares, notamos que la diferencia no es tanta y que en general todos los coches se están encareciendo, y a veces lo hacen a un ritmo para el que no estamos preparados.
Las marcas de autos se manejan como cualquier otro negocio. Deben tener ganancias para seguir creciendo y manteniendo en operación a sus instalaciones y trabajadores, pues del puro gusto de hacer autos no se vive. En una economía globalizada, eso significa que todo el proceso que implica la fabricación de un auto no se realiza al 100% por la marca que lo vende. Necesita proveedores.
Es muy poco probable que cada marca tenga sus propias minas y fundidoras para extraer minerales y después crear las partes metálicas de la estructura, del tren motriz o de la carrocería. Lo mismo que con el plástico, los cables, los cristales, algunos sensores y demás piezas que van a usar en su auto.
Según nos cuenta Gerardo San Román, las marcas en el mercado nacional tienen cierta flexibilidad porque muchas cuestiones de manufactura se llevan a cabo en México o tienen una cantidad de stock que les permite aguantar el movimiento. Ese movimiento en ocasiones no se manifiesta de manera permanente, sino en olas, lo que permite tener cierta resiliencia a realizar el cambio de inmediato.
Dicho de otro modo, no es una decisión del fabricante de "ay, voy a aumentar mi margen porque siento que no le estoy sacando lo suficiente". Cuando dependen de proveedores extranjeros, las marcas están ligadas a contratos, e incluso pueden ser parte del acuerdo del T-MEC, donde se tiene que garantizar cierto volumen. Por ejemplo, si no se está comprando el mismo volumen de acero, el precio de la tonelada sube.
Los efectos de una crisis económica como la que se vive actualmente pueden provocar el ajuste de costos derivado de los problemas económicos de una empresa que colabora con otra. Un ejemplo hipotético: las finanzas de Toyota están saludables, pero Bosch le sube el precio de sus componentes, por lo que el Yaris ahora cuesta un 10% más.
Las marcas tienen varias alternativas para equilibrar el precio. Pueden verse obligadas a buscar un nuevo proveedor que quizá sacrifique algo de calidad en pro del costo, pueden mantener la calidad subiendo el costo, o bien, sacrificar algún aditamento del auto para no elevar su precio final, pero que todo al mismo tiempo permita tener los márgenes de ganancia esperados.
Esto último sucede generalmente en casos más extremos, pues las armadoras suelen buscar los negocios que menos riesgo representen y también aseguran cierta cantidad de materia prima para poder soportar una ola de cambios por cierto tiempo, sin tener forzosamente que afectar al cliente con el precio final.
Así entra al juego el tipo de cambio
Tal y como nos cuenta el director de JATO Dynamics, el factor del tipo de cambio es lo primero que pega porque vivimos en una economía global, pero a la vez la economía regional está sumamente entrelazada y conectada, lo que genera una gran dependencia de toda la cadena de suministro.
En el caso concreto de Norteamérica, los fabricantes están ubicados tanto en México, como en Estados Unidos y Canadá. Mucha materia prima y mano de obra pasa por toda la región, por lo que el tipo de cambio afecta mucho a la manufactura, distribución, impuestos y otra serie de elementos que influye en el precio final.
A ningún cliente le gusta ver que suban el precio, pero hay veces que es necesario. Yo te diría que eso es la primera causa: todo el costo de manufactura que va intrínseco en la fabricación de un vehículo. Es toda una economía de escala que no depende mucho del fabricante o del territorio; es una situación de mercado, en la que el mercado se mueve, es dinámico y responde a estímulos tanto negativos como positivos.
Gerardo San Román, Head of Latin America en Jato Dynamics
Los autos son más caros, pero también mejores
Hasta hace poco más de una década podíamos encontrar modelos como Chevrolet Chevy, Atos by Dodge o Nissan Tsuru nuevos por menos de 100,000 pesos. Los Ford Focus o Volkswagen Jetta más equipados no llegaban no pasaban de 280,000 pesos, e incluso un Mercedes-Benz Clase C o un BMW Serie 3 comenzaba su gama en 450,000 pesos.
Los factores mencionados anteriormente influyen en el incremento de su precio, sin embargo, comparando un modelo de hace 10 años con uno contemporáneo, hay una brecha importante en eficiencia, equipamiento, tecnología y, principalmente, en seguridad.
Generación tras generación, las marcas nos presentan mejoras integrales para posicionar sus modelos por encima de la competencia, pero también buscan satisfacer las expectativas de los clientes y cumplir con las normas de seguridad y emisiones que los gobiernos imponen, que cada vez son más exigentes.
Al respecto, Gerardo San Román menciona que en ocasiones el cliente no comprende por qué un modelo de nueva generación cuesta 5% o 10% más que cuando compró el suyo, sin considerar que ahora puede integrar mejoras en el motor o mejores equipos de seguridad que antes no estaban disponibles.
A ello se suma un mercado donde la inflación está presente y se manifiesta año con año. Si se toma en cuenta la ley de oferta y de manda, junto a factores ya mencionados, como tipo de cambio o reacciones a causa de la dependencia de la industria a otras economías, el resultado es un coctel de factores que dificulta mantener fijo un precio.
Las estructuras más fuertes e innovadoras, los materiales resistentes y ligeros, los procesos de fabricación, el desarrollo de nuevas asistencias y todo lo que implica crear un auto que no se estanque en sus características de siempre, tiene un precio. Es cierto que la tecnología se vuelve más accesible con el tiempo, y cualidades que antes sólo estaban disponibles en categorías de lujo, hoy se encuentran entre vehículos de gama baja, pero no es gratis.
Autos como el Nissan Tsuru escatimaban en refuerzos estructurales y equipo de seguridad, como frenos ABS o bolsas de aire, para reducir su precio. También se lanzaba al mercado sin dirección asistida ni aire acondicionado ni reproductor de música, y aunque modelos tremendamente baratos podrían volver a las calles siguiendo esa fórmula, los clientes hoy piden más amenidades de serie, y las normas ambientales y de seguridad se han tornado más exigentes.
Es normal que cada vez busquemos más en un auto, más poder, más espacio, más equipo y más elementos de seguridad, pero no llegan gratis. Echa un vistazo a modelos a los que hace años les era suficiente con 100 hp, pero que hoy 140 hp les sabe a poco. Añádele tecnologías de entretenimiento de última generación, computadoras más sofisticadas y entenderás por qué el precio es mayor.
Las marcas cuidarán su negocio. Si notan que sus consumidores piden más y que están dispuestos a pagarlo, les darán más. Esto sucede en otras industrias, como la de los celulares. Su función básica es el teléfono y recibir mensajes, pero ahora entran en juego una cámara más sofisticada, velocidad de navegación y mucho más de lo que era su función principal hace años... con su debido incremento de precio.
Cada factor aporta su centavo
Al final del día, por más tecnológicos que sean los nuevos modelos, las marcas procuran equilibrar precios de materiales, tecnologías y producción para no alejarse demasiado del modelo anterior. Lo cierto es que ese factor, sumado a las circunstancias de la economía local, la inflación, la montaña rusa en los precios de la materia prima y gastos derivados de contratación de personal, terminan por impactar, poco a poco, en el precio final.
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