El turbo, los síntomas de fallas y sus soluciones: cómo cuidar la salud de un auto sobrealimentado Jesús Martín
Los motores turbo tienen muchas ventajas, pero también algunos inconvenientes. El principal es que a más piezas móviles hay más posibilidades de falla, y por eso el turbo es uno de los sistemas que más reparaciones están acaparando en los últimos años. Hoy vamos a explicar cómo tratar de detectar una posible falla en el turbo y minimizar la gravedad.
Desde que el downsizing se puso de moda, los sistemas de sobrealimentación mediante turbocompresores se han hecho el pan de cada día en prácticamente todas las marcas. Sólo quedan algunos valientes como Mazda defendiendo a capa y espada los propulsores atmosféricos.
Turbocargadores: síntomas y posibles fallas
Los sistemas de sobrealimentación están diseñados para bajar los consumos en mecánicas convencionales o incrementar las prestaciones en el extremo más aspiracional, en autos de corte deportivo. Ahora bien, hay que tener en cuenta que una mecánica más compleja también entraña ciertos riesgos y "me anda fallando el turbo" es una frase que se puede escuchar con relativa facilidad. Quienes dicen esto se refieren a una probable avería que está incluso asumida por los conductores.
Un turbocompresor es un sistema que lleva décadas entre nosotros y su funcionamiento es (aparentemente) sencillo. Los gases de escape se utilizan para mover una turbina que, a través de un eje, impulsa una segunda turbina que fuerza el aire de admisión hacia el motor. A más cantidad de aire, se consigue más potencia.
Estas turbinas giran a cientos de miles de revoluciones por minuto, a temperaturas elevadísimas y por lo tanto necesitan aceites de muy buena calidad para lubricarse y refrigerarse o rodamientos de baja fricción muy precisos y en muy buen estado. Estas circunstancias en vehículos que ruedan durante cientos de miles de kilómetros pueden acabar por no darse y desembocar en averías.
Estas averías no suelen surgir de la noche a la mañana, sino que dejan entrever algunos síntomas que podemos detectar y evitar una factura de taller costosa.
Uno de los síntomas más frecuentes de avería en el turbo es la pérdida de potencia y la aparición de silbidos al acelerar. Ya sea por pérdidas de estanqueidad en el sistema o incluso por un defecto de funcionamiento en los sistemas de geometría variable en los coches que lo equipen, la consecuencia directa es que el coche muestre una caída en las prestaciones o un funcionamiento errático.
Estas fallas no comprometen la mecánica por sí mismas, pero al fin y al cabo el sistema de admisión se habrá averiado, por lo que es fácil encontrar que se eleve el consumo aparte de no empujar con el brío de cuando estaba en plena forma. Su reparación es viable y relativamente asequible.
Otro de los elementos susceptibles de avería en el sistema de turboalimentacion es la válvula de descarga o válvula de alivio. Este elemento se encarga de dar salida a la presión generada por la turbina sobre los gases de admisión que cuando ya no es necesaria, por ejemplo, al soltar el acelerador después de un periodo de aceleración.
Una falla en estas válvulas puede deberse a la acumulación de residuos y también se traduce en un comportamiento irregular del motor. En el caso de que la válvula haya quedado inservible no suele ser una reparación especialmente costosa.
Si encontramos que el coche empieza a expulsar un humo azulado por el tubo de escape, especialmente en frío, o si detectamos que el ritmo de consumo de aceite del motor es más elevado de la cuenta, podemos estar ante una de las fallas más graves del sistema. El turbo se lubrica con el mismo aceite del motor, y el consumo a través de alguna de las juntas en los casquillos del eje.
Esta avería muestra un deterioro que, por desgracia, no se quedará en eso. Lo mejor es no seguir utilizando el auto y llevarlo al taller para evitar que el turbo colapse por completo o que el turbo acabe por beberse todo el aceite del motor si no lo vigilamos; en ese caso, el motor quedaría inservible.
También es especialmente preocupante si detectamos sonidos metálicos en fases de aceleración, gruñidos, y falta de potencia. En este caso es posible que estemos ante el final de la vida del turbo, pues las turbinas probablemente estén girando descentradas y con sus aspas arañando las paredes interiores de la carcasa.
En esta situación es fácil que fragmentos metálicos de las aspas acaben por desprenderse y, si proceden de la turbina de admisión, pueden llegar al interior del motor y arruinar la mecánica. Por eso, al escuchar ruidos escandalosos procedentes del turbo, lo mejor es detener el coche en el lugar más seguro posible, apagar el motor cuanto antes y solicitar una grúa.
En definitiva, el turbo es uno de los componentes que necesitan de más cariño. Por eso no está de más utilizar algunas pautas muy básicas pero efectivas para prolongar su vida, como un aceite de buena calidad con los cambios oportunos, no apagar el coche nada más llegar a destino para que el turbo refrigere o no exigir demasiado con el pie derecho cuando el aceite del motor aún está frío.
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